El mundo cinéfilo vive su particular Blue Monday tras una nueva semana en la que los estrenos de cartelera son más tristes que ver Bambi en blanco y negro.
Si vas a pedales y no sabes qué es el Blue Monday, te lo explicamos rapidito. Es un día que los tuiteros han decidido que es el más triste del año y coincide con el tercer lunes de enero. Supuestamente, es el día en el que somos conscientes de que todos nuestros buenos propósitos de año nuevo se van a tomar viento, unido a la cuesta de enero, el frío, el brócoli y que Roland Emmerich sigue haciendo películas.
Ahora que ya somos más cultos, seguimos con preocupación la noticia del aumento de intentos de suicidio entre los cinéfilos.
“Es que miras la cartelera y solo ves filmes franceses”, lamenta desconsolado Pierre de Thé, un cinéfilo encuestado.
Otra cinéfila nos cuenta su drama familiar: “Le dije a mi marido de ir al cine y me contestó que mejor veíamos la película de sobremesa de Antena 3”.
La cartelera ahora parece un estante de casettes de una gasolinera de autovía de Segovia.
Park Kim Son
Los continuos retrasos de los grandes proyectos debido a la pandemia, provoca que las distribuidoras vayan colocando la morralla ahora que hay menos afluencia. “Es insostenible”, comenta Park Kim Son, presidente de una distribuidora. “La cartelera ahora parece un estante de casettes de una gasolinera de una autovía de Segovia ”.
Las plataformas digitales como Netflix o Amazon no consiguen salvar la situación. “Piensas que George Clooney te salvará, pero va el tío y hace Cielo de Medianoche”, manifiesta un contrariado aficionado al séptimo arte.
Por su parte, el sociólogo Bobby McSánchez rebaja la tensión: “No van a haber casos de suicidio, solo intentos. Por lo general los cinéfilos son posturetas a los que les gusta que les presten atención. Contarán sus dramas en redes sociales y se pondrán a ver Pulp Fiction por vigesimoséptima vez”.
El gobierno ha abierto un teléfono de apoyo a cinéfilos con depresión, que estará atendiendo el crítico Carlos Boyero para recordarles que la mayoría de películas son «una basura que hunde en un pozo de sopor».