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Juanca Van Dan – Crítica de El Club de la Lucha

Hola cinéticos, vuelve el Chimo Bayo de la crítica cinematográfica para hablar de una de las películas más tramposas de la historia: El Club de la Lucha. Es una cinta que parece que solamente va de dar sopapos pero lo estropea haciéndote pensar y transmitiéndote un mensaje.

AVISO: Esta crítica contiene esa palabra inglesa que usamos cuando no queremos que la gente que no ha visto el Sexto Sentido sepa que Bruce Willis está muerto.

La historia empieza mal, porque yo pensaba que el prota sería el cachas Tyler Durden y resulta que es el tirillas con corbata interpretado por un actor con nombre de antivirus, Edward Norton. El pavo duerme menos que un churrero en año nuevo. En vez de pedirle a su camello que le aliñe un potajito para poder sobar, se dedica a visitar grupos de autoayuda, porque por lo visto llorar te da un cuelgue muy chill. Habrá que probarlo.

En esas visitas conoce a una tipa que puede ser un personaje de Tim Burton: pálida, con ojeras y el pelo de Rosana. Esta también se dedica a ver sufrir a los demás como deporte. Por fin aparece Brad Pitt para enseñarle al tirillas que se olvide de sus muebles y sus cosas de pringao y se dedique a mazarse, copular y proveer de dolor y hostias a sus prójimos. Esta es la mejor parte.

marla singer y jack
El tirillas y la novia cadáver

Empiezan a darse palos entre ellos como rutina de gimnasio y tras un buen posicionamiento SEO, al cabo de unas semanas forman sucursales hostioneras por todo el IuEsEi. Por si fuera poco, la personaje de Tim Burton empieza a cabalgarse al cachas y a encargarle mamografías al tirillas.

Y llega el bajón: el noble arte del soplamocos se les queda corto y se ponen a reclutar gente para una mili postmodernista: les queman la mano con polvos pica-pica, les ponen de deberes destrozar la ciudad  y les sermonean mucho pero les zurran poco. Aquí la cinta flojea, porque se acabaron las escenas de sexo y de peleas.

No estaba preparado para que una película llamada El Club de la Lucha se pusiese filosófica.

Total, que en ausencia de tortas empiezo a pensar que todo esto es un mensaje que debo interpretar y no sé por qué me empiezo a sentir culpable por llevar unas Nike de 250 loles y los gayumbos de Dolce & Gabanna.

Pero para mi sorpresa, sucede que el tirillas y el cachas son en realidad la misma persona. Son Brad Norton. O Edward Pitt. El caso es que el maromo es un amigo imaginario que se dedicaba a convertir celulitis en champú, mientras que el pringao sigue siendo un pringao pero poseído por el ritmo ragatanga.

Si tienes imsonio, igual te conviertes en este jambo

Supongo que de ello debo entender que dentro de nosotros hay un tío más guapo, más fuerte y más empotrador al que debemos escuchar si queremos que nos vaya bien en la vida y podamos volar diez edificios.

Respecto a los aspectos técnicos, salen grandes pechos, pero son de un tío. Valoración final de 6 Lamborghinis en llamas sobre 10.

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